"Fuera de mi vista" vociferó el castor,
"No presto, fío, ni vendo mi amor..."
Contestó la lechuza desde su podio,
"...Pero regalo y obsequio mi odio."
Agregó con cierto pudor.
"Mi corazón, déjeme decirle, señor,
La indignación bien distingue del rencor.
Recuerde que con pan almuerzo ardillas
Y que cuando venga usted de rodillas,
De igual forma volverá hasta su orilla,
Estúpido cerdo traidor."
"Cómase esas palabras dichas en calor,
Que mis plumas adustas en su paladar
Y mis cantos a su lado sabrá extrañar.
No confunda su bajo orgullo con valor,
Ni a sus tristes queridas con un familiar.
Hágame el bendito favor."
"Le pido a usted, infame y vil roedor,
Que no me obligue a ponerme tenaz,
Que no dude ni insulte mi alto honor
Ni olvide mi naturaleza rapaz.
Sólo dios sabe de qué sería capaz."
Juzgó la lechuza al castor.